Texto extraido de un artículo de Albert Ribas
http://inicia.es/de/aribas/mundo.html
Al que no conozco de nada, pero su entrada me ha venido al pelo.


A lo largo de la historia de la ciencia hay una serie de cuestiones que han suscitado discusiones muy vivas. El vacío es una de ellas. Quizás porque ciertos conceptos –como el tiempo o como el vacío– afectan al cuadro general con que se aborda el estudio de la realidad. En cierto modo, son conceptos que aluden a los límites de la realidad: el tiempo, por ejemplo, no es directamente perceptible sino como parámetro del cambio. El vacío, por su parte, es el límite máximo en la rarificación de la materia, su ausencia.
Cierto que nuestra familiaridad con la cosmología de los inmensos espacios vacíos parece no plantearnos el vacío como problema. Aceptar que el espacio pueda estar vacío es lo más natural. Sin embargo, cuando en la física más reciente se teoriza con el fenómeno de la emisión de partículas por parte del vacío, o se postula que la emisión de partículas de un agujero negro la realiza el espacio vacío circundante, entramos sin duda en el reino de la paradoja, en ese límite de la realidad. Que el vacío, que es por definición ausencia de materia, emita materia es por lo menos sorprendente.
Estos dos ejemplos serían muestras de las dificultades que el concepto plantea. Y en la historia de la ciencia tales dificultades no son nuevas. De hecho, la moderna aceptación del vacío –que arranca básicamente del siglo XVII– tuvo que enfrentarse a una larga y muy sólida tradición contraria al vacío. El pensamiento tradicional no podía aceptarlo, entendiendo que sería un contrasentido dejar que lo que no es (el vacío) entrara en la consideración de las cosas existentes. O sea, que si la física es el estudio de lo existente, no cabe considerar aquello que propiamente no es, porque es la ausencia de las cosas.
Pero dejemos ahora esta derivación filosófica del problema y veamos sus hitos más importantes desde el punto de vista de la historia de la ciencia....


“Treinta radios lleva el cubo de una rueda; lo útil para el carro es su nada (su hueco). Con arcilla se fabrican las vasijas; en ellas lo útil es la nada (de su oquedad). Se agujerean puertas y ventanas para hacer la casa, y la nada de ellas es lo más útil para ella. Así, pues, en lo que tiene ser está el interés. Pero en el no ser está la utilidad.” (El libro del tao y de la virtud)


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